Flora y Fauna del Faedo de Ciñera | Guía Natural Completa

Flora y Fauna del Faedo de Ciñera

El Faedo de Ciñera se encuentra en un enclave privilegiado que marca la transición entre dos regiones biogeográficas: la mediterránea y la eurosiberiana. Esta ubicación fronteriza le otorga una biodiversidad excepcional, albergando especies de ambos ecosistemas.

Flora y Fauna del Faedo de Ciñera

El Faedo de Ciñera crece en un lugar privilegiado, justo donde se encuentran dos mundos: el mediterráneo y el eurosiberiano. Esta frontera natural convierte el valle en un refugio de contrastes, donde los árboles del norte húmedo conviven con especies que resisten el sol y la sequía.

El resultado es un bosque de transición lleno de vida, colores y texturas, que cambia con cada estación y guarda en su interior una biodiversidad excepcional.

Los tres grandes árboles del Faedo

En el bosque de Ciñera conviven tres especies principales que representan distintos ecosistemas y formas de vida: el haya, el roble y la encina.

Cada una ocupa su lugar según la luz, la humedad y la altitud, tejiendo un paisaje en perfecto equilibrio.

El Haya (Fagus sylvatica)

La reina del bosque húmedo

En el corazón del Faedo, donde la humedad del Arroyo de Ciñera mantiene el aire fresco, domina el haya. Sus copas altas y tupidas apenas dejan pasar la luz, creando una atmósfera silenciosa y mágica. Bajo su sombra, los suelos se cubren de hojas, líquenes y musgos, y el tiempo parece detenerse.

Haya

El hayedo se desarrolla entre los 800 y 1.100 metros de altitud, en las laderas más umbrías del valle. Aquí las hayas alcanzan alturas majestuosas y muestran su corteza lisa, cubierta de líquenes, como si fueran viejas guardianas del bosque.

Entre todas destaca "Fagus", un ejemplar de más de 500 años, incluido entre los árboles singulares de España. Su fruto, el fayuco, alimenta a aves, ardillas y pequeños mamíferos que viven bajo su sombra.

📘 La historia del Haya Fagus de 500 años

El Roble, también llamado Rebollo o Melojo (Quercus pyrenaica)

El roble de las montañas

Conocido en la zona simplemente como roble, el rebollo crece lentamente en las faldas de las montañas que rodean Ciñera. Es un árbol fuerte, de hojas cubiertas de un fino vello blanquecino que recuerda al terciopelo: una adaptación que le protege del sol y evita la pérdida de agua.

Roble

Prefiere suelos más frescos que la encina, pero más soleados que los del hayedo. Sus bosques aparecen en zonas intermedias, creando una transición natural entre los dos mundos.

Su fruto, la bellota, alimenta a buena parte de la fauna local y a los animales domésticos que tradicionalmente pastaban por el valle.

Gracias a su capacidad de rebrotar de cepa y raíz, puede formar arboledas extensas incluso tras inviernos duros, devolviendo la vida al paisaje año tras año.

El robledal aparece en zona de solana ocupando estaciones complementarias al bosque de hayas. El robledal conforma un bosque de tipo mixto acompañado de espino albar, peral silvestre, avellano, zarzas, escobas y brezos

La Encina (Quercus ilex subsp. rotundifolia)

La guardiana de las alturas

En las partes más altas y soleadas de las montañas de Ciñera crece la encina, símbolo de fortaleza y permanencia. Es la especie que mejor soporta las sequías y los fríos extremos, gracias a su profundo sistema de raíces, capaz de alcanzar la humedad del subsuelo cuando todo parece seco.

Su copa redondeada y sus hojas duras y perennes mantienen el verdor durante todo el año, ofreciendo alimento y refugio a numerosas especies.

Como el rebollo, produce bellotas, que sirven de sustento a aves, jabalíes y otros animales del entorno.

Encina

El encinar que rodea el Faedo es un bosque maduro mediterráneo de montaña, acompañado por aulagas, escobas, brezos y pastizales, que añaden color y vida a las laderas más expuestas al sol.

Flora del Sotobosque

Bajo la sombra densa del hayedo y los robledales, donde apenas llega la luz, prospera un sotobosque exuberante y diverso. Allí, el suelo húmedo y cubierto de hojarasca alberga una vida silenciosa, discreta pero esencial.

Entre raíces y musgos crecen especies que necesitan frescor y penumbra, como los helechos, que despliegan sus frondes con elegancia ancestral, o los líquenes y musgos, que tapizan los troncos y rocas, indicando la pureza del aire del Faedo.

En las orillas del arroyo, donde el agua refresca el ambiente, se alzan avellanos y acebos, este último protegido por su valor ecológico y simbólico.

Avellano Acebo

entre los claros más húmedos, sorprenden pequeñas joyas botánicas: las orquídeas del hayedo, como la Epipactis helleborine o la Cephalanthera rubra, de un delicado tono rosado.

Cephalanthera Rubra Epipactis Helleborine
📘 Los árboles del Faedo de Ciñera

Fauna del Faedo de Ciñera

La vida que habita entre el agua, el bosque y el cielo

El Faedo no solo deslumbra por su vegetación, sino por la riqueza y variedad de sus habitantes. Desde el fondo del arroyo hasta las alturas del valle, cada ser vivo cumple su papel en un ecosistema tan equilibrado como antiguo.

En el arroyo: el misterioso Desmán Ibérico

Bajo las aguas limpias del arroyo Villar, donde el rumor del agua acompaña al caminante, vive uno de los tesoros más singulares del Faedo: el Desmán Ibérico (Galemys pyrenaicus).

Este pequeño mamífero, pariente de los topos, es un endemismo ibérico —solo existe en la Península— y está en peligro de extinción. Su presencia indica la pureza del agua y la salud del ecosistema.

Con su trompa flexible, casi como un sonar natural, el desmán detecta las presas que se esconden bajo las piedras. Su cola escamosa actúa como timón, sus pies palmeados lo impulsan con agilidad y su pelaje impermeable lo aísla del frío.

Desman Iberico

Durante la noche recorre los arroyos buscando larvas, gusanos y pequeños crustáceos, siempre en aguas claras, frías y oxigenadas. Es un animal esquivo, pero saber que habita aquí añade magia y orgullo al Faedo.

📘 El desmán ibérico: todo sobre este singular mamífero acuático

En el bosque: los sonidos del hayedo

A medida que el sendero asciende, el murmullo del agua deja paso al canto del bosque. El pito real golpea los troncos en busca de insectos, mientras el trepador azul y los agateadores se deslizan por las cortezas con movimientos ágiles.

Entre las ramas revolotean carboneros y herrerillos, llenando el aire con su canto, y en los huecos de las hayas duermen lirones y anidan ardillas que guardan los fayucos como tesoros.

En los claros del bosque, al amanecer, es posible ver corzos cruzando en silencio, o zorros que merodean en busca de alimento. En invierno, los jabalíes remueven el suelo del hayedo en busca de bellotas.

Zorro Ardilla Liron

Todo el Faedo está lleno de vida: visible, secreta o pasajera, pero siempre presente.

En las alturas: el vuelo del Buitre Leonado

Al alzar la vista hacia las peñas calizas que cierran el valle, se puede ver el vuelo majestuoso del Buitre Leonado (Gyps fulvus), uno de los símbolos del cielo leonés.

Buitre Leonado

Con una envergadura de más de 2,5 metros, planea sin esfuerzo sobre las corrientes térmicas, describiendo amplios círculos antes de descender. Su silueta —alas largas, cabeza retraída y cola cuadrada— resulta inconfundible.

Pese a su imponente tamaño, es un animal pacífico y cumple una función esencial como reciclador natural, alimentándose solo de carroñas. Vive en colonias y las parejas crían juntas, turnándose para incubar un único huevo durante los meses más fríos.

Sus poblaciones se están recuperando en las hoces cercanas, aunque sigue protegido como especie de interés especial.

📘 Ver Guía ornitológica del Faedo

Un bosque que respira vida

El Faedo de Ciñera es un lugar donde la naturaleza aún late sin prisas.

Desde el fayuco que cae sobre la hojarasca hasta el vuelo silencioso del buitre, cada detalle cuenta la historia de un valle que ha sabido conservar su esencia.

Caminar por él es mucho más que una ruta: es entrar en un bosque que respira vida en cada rincón, donde agua, piedra, luz y silencio se mezclan en perfecta armonía.

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